Miel, alimento de los dioses y medicina natural

Miel

El uso de la miel es tan antiguo como la historia del hombre. Remontándonos miles de años atrás, la miel ha formado parte importante de muchas culturas, como en el Egipto de los faraones, en la milenaria China, en textos religiosos como Los Vedas (India), y en los escritos del padre fundador de la Medicina moderna, Hipócrates.

En un principio, aparte de ser fuente de alimento, se le atribuían a la miel poderes mágicos y curativos (en eso no se equivocaron nuestros antecesores) y estaba presente en los rituales religiosos. Además, hasta que se introdujo el azúcar, la miel se hizo tan indispensable y apreciada que se convirtió en moneda de cambio por ser el único endulzante del que disponía el hombre, al menos en la mayor parte del mundo.

Hoy, por fin, la miel ha empezado a recuperar el lugar que había perdido estos últimos tiempos gracias al descubrimiento (o mejor deberíamos decir «redescubrimiento») de sus propiedades médico-terapéuticas por parte de la comunidad científica. Y eso que Hipócrates ya había dejado constancia escrita sobre ellas.

En la medicina popular, los efectos favorables de la miel han sido aprovechados para aliviar cierto número de molestias y dolencias con un alto nivel de éxito. Ese ha sido el motivo por lo que los investigadores se han decidido a estudiar el asunto.

Una de las propiedades descubiertas que más ha llamado la atención de los investigadores ha sido su alta capacidad antibacteriana. Por ejemplo, aplicando miel sobre una herida actúa a modo de antibiótico. Una vez aplicada sobre la piel, su bajo nivel de agua y su alto contenido en azúcar, convierten a la miel en una especie de «pomada» que absorbe toda el agua de las bacterias, ralentizando su acción, e incluso deteniéndola. Cuenta también con una gran ventaja, y es que este antibiótico natural no provoca ningún tipo de resistencia al mismo. No como ocurre con los antibióticos de toda la vida, que una vez utilizados no vuelven a tener el mismo resultado a posteriori. Tampoco provoca esos molestos efectos secundarios como dolor de estómago, diarrea, debilidad y náuseas.

La miel también es un buen antiséptico y los médicos la recomiendan cuando se produce una quemadura o una herida superficial, desde el primer minuto. Por lo visto esto acelera su recuperación en combinación con los tratamientos convencionales.

Por otra parte, al tener la capacidad de retener el agua, puede usarse en forma de mascarilla hidratante, no importa lo sensible que sea la piel. Además el pelo puede beneficiarse de estas magníficas propiedades si mezclamos la miel con aceite de oliva y lo usamos como suavizante. Después de un buen aclarado, el cabello queda brillante y con un aspecto inmejorable.

En cuanto a su uso como endulzante, cuando la miel es ingerida y entra en nuestro organismo, no provoca la misma secreción de insulina que el azúcar. No sería mala idea decantarnos por ella. Al menos no se limita a aportarnos calorías vacías. La miel contiene, aunque en pequeñas cantidades, proteínas, vitaminas, minerales y un ingrediente que no contiene ningún otro alimento: la pinocembrina, flavonoide y antioxidante que mejora el rendimiento de ese amigo desconocido llamado «cerebro».

También sus beneficios sobre el aparato digestivos son importantes. Diversos trastornos intestinales como el estreñimiento, úlceras y problemas hepáticos, entre otros, han sido tratados con resultados positivos por médicos profesionales. ¿Quién no conoce el famoso remedio de nuestras abuelas cuando nos quejábamos de que nos dolía la garganta? Agua templada con miel y limón. O hacer gárgaras de agua con miel para aclarar la voz. O tomar una cucharadita de miel para calmar la tos… ¡Y funciona!. De hecho se recomienda la miel, en sustitución de los clásicos jarabes antitusivos, a los niños a partir del año.

Y no digamos de su efecto tranquilizante. Tomada junto con leche templada antes de acostarse, ayuda a conciliar el sueño. El secreto está en que favorece la absorción de triptófano, precursor de la serotonina, que se encuentra en la leche.

Todavía queda mucho por escribir sobre este «alimento de los dioses«. No pasará mucho tiempo antes de que se descubran muchas más virtudes y potencialidades en el uso terapéutico de la miel.

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