Sal en la dieta, recomendaciones
Desde que el hombre introdujo el uso de la sal, no sólo en su dieta sino en sus costumbres sociales, su vida sufrió un enorme impacto. La sal llegó a ser tan valiosa que se la llegó a considerar moneda de cambio. En la antigua Roma, la utilizaban en su forma de cristales de roca para conservar los alimentos. De ahí la viene la etimología de la palabra «sal», del latín «salarium«, a su vez relacionada con Salus, la diosa de la salud.
«Todos los caminos conducen a Roma» reza un dicho, ya que los romanos construyeron cientos de vías desde sus tierras conquistadas hasta la capital. Una de ellas era la Vía Salaria o ruta de la sal. Además, a los soldados se les pagaba con una cantidad de sal por sus servicios. Esa cantidad se conocía como «argentum solarium«. De ahí deriva el término actual «salario». Y si un soldado no rendía lo suficiente o se consideraba pésimo en sus funciones, se decía de él que «no valía su sal» y se le dejaba de pagar.
Durante la Edad Media, comenzó a darse a la sal propiedades cuasi mágicas. Algunas de ellas han llegado hasta hoy. Por ejemplo, si a alguien se le derramaba la sal, debía coger un poco y lanzarla hacia atrás sobre su hombro izquierdo, porque era la única forma de espantar a los malos espíritus y a la mala suerte que podrían perseguir al torpe desgraciado al que se le cayó.
Por otra parte, en nuestro diccionario, «salero» significa gracia e ingenio, entre otras, o el propio recipiente para guardar la sal. «Comensal» proviene del latín y su significado literal es «cada uno de las personas que comen en una misma mesa». El dicho ser «la sal de la tierra» se refieren a una persona que es honesta, sincera, humilde, y que hace lo que dice al igual que dice lo que hace.
Todo esto nos da una idea de la importancia que tiene la sal en nuestra vida. Y no sólo a nivel social. Fisiológicamente y en términos de salud, y más en concreto uno de sus componentes, el sodio, es vital para controlar la cantidad de líquido en nuestro organismo, mantener en nuestra sangre su pH normal, ayudarle a transmitir los impulsos nerviosos e influir para que los músculos se contraigan y relajen. Como en la salud, todo es cuestión de equilibrio, la cantidad de sal que se ingiere, ya sea alto o bajo, tiene efectos en nuestro organismo.
Ya hemos mencionado que el sodio se encarga de retener el agua en el cuerpo por medio de los riñones para que mantengamos una buena salud. En el caso de que los niveles de sodio sean altos, más líquido acumulamos y los riñones se ven en la necesidad de filtrar el exceso de agua y sodio. Esto se puede comprobar en la hinchazón producida en piernas, sobre todo en los tobillos, y manos.
Por otra parte, si el cuerpo comienza a acumular líquido, porque los riñones no son capaces de hacer tanto trabajo, la cantidad de sangre va aumentando en volumen. A más cantidad de sangre mayor presión en las paredes de los vasos sanguíneos y las arterias, lo que produce que el corazón deba bombear más fuerte para que la circulación funcione correctamente y lleve oxígeno a todos los órganos del cuerpo. ¿ Y qué sucede? Se incrementa más la subida de la presión arterial.
A medida que pasan los años y este ciclo se va repitiendo, venas y arterias se van dañando. Se vuelven más estrechas y más duras, taponándose e incluso pueden llegar a romperse. Órganos importantes del cuerpo comienzan a no recibir el suficiente oxígeno para ejercer su función. Las personas con la presión arterial alta, si incrementan demasiado el sodio en su dieta, aumentan sus posibilidades de sufrir enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares, daño renal y otros problemas de salud.
En resumen, reducir la sal (no eliminarla por completo, puesto que es necesaria), puede servir como preventivo de ciertas enfermedades. Por eso, una dieta rica en verduras y frutas, procurando evitar los alimentos procesados – que son los que más sal aportan a lo que uno come!- es la mejor opción para que la presión arterial se mantenga estable y que el organismo vuelva a funcionar de manera eficiente y equilibrada. Eso sí, siempre contando con su médico de cabecera y cumpliendo al pie de la letra sus instrucciones.
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